Por qué la silla de pensar es un modelo de crianza basado en el poder
Los niños experimentan buscando, haciendo cosas y preguntando y preguntándose hasta donde pueden llegar. Ellos no conocen los límites, somos los adultos quienes tenemos que marcar las pautas de lo que sí está bien o lo que no lo está. Pero, ¿cómo lo hacemos? ¿Cuál es el mejor método para conseguir el principal objetivo, es decir, que distingan lo bueno de lo malo? Los pedagogos llevan años discutiendo teorías mientras los niños siguen haciendo siempre lo mismo: investigar. Da igual la cultura, la clase social, la raza, el lugar, el tiempo, ellos siempre intentarán subirse a esa ventana, coger el juguete de otro niño, aquello que un adulto usa con punta.
¿Cuáles
son las mejores maneras de enseñar a los niños aquello que está
bien y aquello que está mal? Semanas atrás hemos visto que los
gritos, los castigos físicos, sólo consiguen crear rabia y
desencuentro, además de conseguir que el niño actúe por miedo y no
porque verdaderamente haya aprendido qué es bueno y qué es malo.
Hace tiempo se puso de moda la llamada «silla de pensar»
consistente en castigar a un niño que ha hecho algo mal a sentarse
en una silla durante un rato a pensar sobre lo que ha hecho.
—¿En
qué consiste la famosa «silla de pensar» aplicada a los niños?
Desde
hace unos años, la silla de pensar, el tiempo fuera o el time out se
volvieron recursos sugeridos y utilizados por las escuelas y padres
de familia. En su momento causó un gran revuelo la posibilidad de
«ofrecer un momento para pensar a los chicos que han hecho algo mal»
y, como otras muchas prácticas novedosas, también se concluyó que
la técnica, lejos de ofrecer un momento de reflexión, no deja de
ser una práctica conductista (que condiciona a un comportamiento
esperado) que se enfoca a la obediencia, aportando poco a la
autoestima infantil y al esperado pensamiento reflexivo de las
conductas realizadas.
—Es
un castigo disfrazado…
En
su momento se presentó como una alternativa para la autorregulación
infantil, siendo en pocas palabras un castigo disfrazado de «buena
voluntad». Ahora sabemos que el empleo de los castigos, lejos de ser
beneficiosos para la educación, impone un modelo de crianza basado
en el poder. Es preciso considerar si queremos criar a nuestros hijos
a partir de este principio o bien si queremos propiciar en ellos la
posibilidad de la reflexión y la (re) solución de problemas.
—¿Qué
implica la silla de pensar?
La
silla de pensar se utiliza cuando se considera que el niño no ha
tenido una conducta adecuada y ha reaccionado ante determinada
situación, invitándolo a «reflexionar» en la silla por unos
minutos (se sugiere un determinado tiempo, según la edad). El niño
debe estar solo y regresar cuando se haya calmado.
—¿Y
qué se supone que pasa cuando el niño está «pensando» en su
silla?
En
realidad cuando el niño está en la silla, está aislado, enojado y
frustrado. Ha reaccionado ante una situación que no ha podido
resolver verbalmente, por tanto ha reaccionado impulsivamente. Como
cualquier otro humano, cuando estamos enojados y respondemos ante
determinada situación, a menudo no nos detenemos a pensar si es
adecuado o no lo que dijimos/hicimos.
Al
estar obligados a «un momento de pensar» seguimos enojados y
probablemente un poco más que antes, siendo este un momento para
acrecentar los sentimientos y por el contrario a lo que se piensa no
invita a la reflexión de la conducta realizada. Él está sentado en
la silla mientras los demás esperan a que ÉL sea quién arregle las
cosas a partir del aislamiento y el supuesto momento de
pensamiento/reflexión que se espera llegue solamente por estar en la
silla sin brindarle acompañamiento emocional y físico.
-Entonces…¿no
funciona?
-Rotundamente
no.
¿Por qué
no utilizar la silla de pensar?
Transmitimos
el mensaje de que solo se piensa cuando hemos hecho algo mal y que
solo debemos pensar nuestros actos cuando nos enfadamos. Enviar a
nuestros hijos a la silla no brinda la oportunidad de reparar la
conducta realizada y subsanar el hecho «lo tiro, lo puedo levantar»,
«te pego, te puedo sobar», «te lo quité, lo podemos negociar»,
«te grité, lo podemos hablar».
Este
tipo de técnicas causan sensación de abandono en el niño, de
rebeldía, disminuye las posibilidades de diálogo y negociación,
entre pares y sobre todas las cosas con los padres. Se cree que los
niños por ser pequeños no comprenden los mensajes adultos, cuanta
sorpresa nos podemos llevar si prestamos atención a las actitudes de
ellos ¿Has visto cómo te imita? ¿Cómo cuando juega manda a sus
muñecos a la silla de pensar? Si es así, tienes la respuesta en tus
manos. Estamos hablando de criar de forma respetuosa, de aplicar la
Pedagogía Blanca, donde realicemos una verdadera reflexión de
nosotros como adultos, al ser empáticos con las acciones de los
niños, de compartir las vivencias y situaciones cotidianas en un
ambiente libre de gritos, golpes y castigos.
—¿Cómo
resolver problemas pensando y sin silla?
Esta
es una acción de compromiso por parte de los padres que desean
educar niños que de verdad sean reflexivos, pensantes y empáticos
ante las problemáticas familiares y sociales. Analiza: los momentos
en los que has utilizado la silla de pensar, reflexiona ante estas
situaciones y piensa ¿podría haberlo evitado? ¿Podría modificar
esa situación para que no se presente nuevamente? Considera: ¿crees
que puedes negociar diez minutos más de juego antes de bañarse o
dar opciones ante situaciones que pueden causar enfado?
Por
ejemplo, diciéndole al niño: «puedes llevar solo juguetes que
quepan en tu bolsa, los grandes no caben, veamos cuáles sí»
Mostremos respeto ante sus decisiones, el niño —como cualquier
otra persona— quiere sentir control sobre sus decisiones.
Negociemos
juntos que sí y que no, esto lo conseguiremos estableciendo límites
claros y reales en casa, no modificarlos y siendo constantes. Si bien
hay cosas que no podemos negociar, hay muchas otras a las que podemos
ofrecerles alternativas.
¿Qué
hacer para resolver estos conflictos con los niños? Estamos
hablando de tres, cuatro, cinco años…
Si
queremos que nuestro hijo aprenda a resolver los conflictos en la
vida adulta, que aprenda a manejar el estrés en un empleo o a
negociar con otras personas, este es el momento de modificar nuestras
actitudes como padres, podemos/debemos aportar seguridad, incrementar
el vínculo madre-hijo, autoestima, brindar opciones de negociación,
resolución de problemas y abrir canales de comunicación.
Trata
de solucionar juntos el problema ¿ha tirado la comida? No le gusta
lo que le has servido busca hacer una negociación «puedes comerte
solo la mitad y después levantamos juntos lo que has tirado» cuando
son pequeños muchos de los enojos surgen a partir de la frustración
de no poder expresar o realizar algo en particular, en este caso
podemos decir ¿te ayudo a alcanzarlo? ¿quieres que te muestre como
hacerlo?
—¿Y
si quiere estar solo?
—Si
quiere estar solo, también es válido, concédele ese momento, sin
hacer alarde de «estás solo porque te has portado mal», no se
relaciona querer tener un momento en silencio con soledad o castigo.
Como todo proceso, requiere de un tiempo, estamos hablando de cambiar
nuestro propio esquema de aprendizaje y educación previa.
Requeriremos hacer de esto un hábito para poder ver los resultados,
mientras tanto y en lo que llegamos a esto podemos emplear las
siguientes estrategias para no caer en la tentación de la silla de
pensar.
Algunos consejos cuando se presente el conflicto
1.
Si ves que tu hijo está haciendo algo que no es
conveniente no ignores la situación, detén lo que estás haciendo,
acércate, contenlo, habla.
2.
Muéstrate empático ante su enfado, no minimices
su frustración ni sus motivos. Por ejemplo: “sé que te ha
molestado que te quite el juguete, no debes tirar de la mesa, es
peligroso y no quiero que te vayas a lastimar”.
3.
Si habla y te explica lo sucedido, déjalo
terminar, no lo juzgues, escúchalo y ofrécele alternativas para
solucionar el problema.
4.
No etiquetes a tu hijo, ni permitas que lo hagan.
No justifiques su comportamiento ante otros con frases tipo: «si
dejas que te manipule cuando tenga 15 ya verás», pero qué chillón,
qué brusco, qué malo. Recuerda que si lo decimos, ellos lo toman
como real ¿es mamá quien lo dice, no? Sed claros y conscientes de
lo que quieres para tu hijo, las etiquetas no te ayudarán a que él
mejore su conducta.
5.
Siempre recuérdale que lo quieres, no importa la
situación por la que pase. Jamás digas cosas que se puedan
interpretar como pérdida o disminución de amor. Esto favorecerá
los canales comunicativos, no solo ahora, sino que estarás abriendo
espacios para cuando sea mayor; sabrá que puede contar y confiar en
ti.
6.
No pierdas tú la paciencia, a veces la información
que tenemos de nuestra propia educación es la que dicta la forma de
educar a nuestros hijos. Si te has decidido por cambiar los patrones
en tu casa, este tipo de eventos te ayudarán a reflexionar acerca de
lo que tú quieres para ellos.
7.
Una vez que regrese la calma, hablad de lo
sucedido; no le des demasiadas vueltas. No traigas el tema a colación
después de dos días. Eso no ayuda a nadie y no resuelve la
situación tampoco.
8.
Las acciones se relacionan a la búsqueda de
autonomía de descubrir el mundo y sus capacidades. Ayúdale a que
cada día sea un momento eficaz de descubrimiento.
10.
Ofrece algún objeto para canalizar el enfado; una
almohada por ejemplo o abrazar un muñeco grande de peluche.
11.Cuando
el niño se ha desbordado es porque no ha logrado
comunicarse efectivamente, busca palabras para que pueda expresar su
enfado ¿Qué te ha molestado? ¿Te sientes enfadado porque se cayó?
12.
Observa si estás a tiempo de cambiar el foco de
atención, puedes ofrecer alguna alternativa para que no siga
haciendo eso.
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