ORIENTACIONES PARA LOS PADRES Y EDUCADORES ANTE LAS RABIETAS INFANTILES
—Anticiparnos para poder evitar situaciones conflictivas.
Todos sabemos que hay lugares más comprometidos que otros
(la cola del supermercado, el quiosco de la esquina, etc.). Como
adultos, podemos prever estas situaciones y tratar de evitarlas. Si mamá
sale con el niño del súper mientras papá paga y recoge la compra (o
viceversa) o si evitamos pasar delante de la juguetería, estaremos
ahorrándonos disgustos innecesarios.
—Detectar las señales previas.
Un niño no pasa de cero a cien en un segundo. Antes de
que se desencadene el conflicto hay unas señales que nos pueden indicar
que nuestro hijo no está de acuerdo con algo y se está enfadando. Si les
prestamos atención, seguro que detectamos un pequeño gesto de desagrado
o un «no me gusta».
—Entender sus deseos. Ponernos en su lugar.
Debemos tener muy presente que la forma de comprender la
realidad de los niños es muy diferente a la de los adultos. Donde
nosotros vemos una habitación desordenada, ellos ven su propio orden, su
propia disposición de las cosas.
—Flexibilidad ¿de verdad no puede ser?
Muy relacionado con el punto anterior. Los padres tenemos
que distinguir las cosas que son realmente importantes de las que son
más secundarias. Muchas veces, les llenamos la vida de normas y límites
que no tienen verdadero sentido práctico y que es fuente de frustración
para los pequeños.
Los niños deben tener y entender unas mínimas normas de
seguridad (los cuchillos cortan), convivencia (si grito por la noche,
puedo molestar a otros) y respeto a los demás (si le pego a otro, le
duele), pero más allá de estos límites mínimos, los niños necesitan
margen para experimentar, disfrutar y expandir sus mentes.
—Favorecer la comunicación. Verbalizar lo que le pasa.
Uno de los ámbitos en el que tenemos que incidir para
minimizar las explosiones de enfado de los niños es en la comunicación.
Desde muy pequeñitos, podemos potenciar cualquier manera de comunicación
(gestos, palabras sencillas). Si nuestro hijo es capaz de expresar
cosas como«no me gusta» o «me estoy enfadando», cuando llegue a los 2-3
años, nos será mucho más fácil comprender lo que quiere y poder hablar
con él cuando no sea posible concedérselo. Cuanto mejor pueda explicar
tu hijo lo que le pasa o lo que le enfada, más fácilmente podréis buscar
una solución que satisfaga a todos.
Háblale con calma, con un tono sereno, explícale los
motivos por los que no puede hacer lo que quiere en ese momento: «sé que
quieres seguir montando en bicicleta, pero se ha hecho de noche, mamá
está muy cansada y tenemos que ir a casa». Además, de esta forma, él se
sentirá respetado y aprenderá a tratar con respeto a las demás personas.
—Ofrecer alternativas si no puede ser.
Hay momentos en los que no podemos complacer a nuestros
hijos, no por crearles frustración a propósito, sino porque la vida
tiene sus propias limitaciones y no siempre podemos hacer lo que
queremos.
Siempre hay que tener un «plan B». Debemos tener en mente
una relación de las actividades y los juegos favoritos de nuestros
hijos para poder ofrecerles una alternativa cuando no podamos darle lo
que pide. Correr, dar volteretas, cosquillas, etc. En general, cualquier
actividad que implique jugar con papá o mamá es mano de santo.
Cualquier niño prefiere jugar con sus papás antes que una chuchería.
—El cansancio es un gran enemigo.
Cuando estamos cansados somos más irascibles; nos pasa a
los adultos y, también a los pequeños de la casa. Desde el punto de
vista de un niño, existen situaciones muy aburridas o cansadas (comprar
en el supermercado o un viaje en coche). Si unimos cansancio y
aburrimiento, el conflicto puede surgir en cualquier momento. Nosotros
somos los que mejor conocemos a nuestros hijos y tenemos que saber
reconocer cuándo están cansados y cuándo es momento de retirarse a
descansar.
Los adultos también tenemos momentos de agotamiento en
los que nos es más difícil dialogar y estar calmados con nuestros hijos.
No temas pedir ayuda, túrnate con tu pareja, busca apoyo en familiares o
amigos para no llegar a situaciones de cansancio extremo.
—Calma, respira. Recuerda que tú eres el adulto.
Hay situaciones muy complicadas que nos pueden llevar al
límite de nuestro aguante. En esos momentos, debemos hacer una pausa,
respirar profundo varias veces y, si te es posible, pedir un pequeño
relevo para recuperar la calma. En caso de conflicto, si nosotros
también nos tensamos, entraremos en una espiral de muy difícil solución.
Recuerda, siempre: debes tener presente que tú eres el
adulto y el modelo principal para tus hijos. Tu manera de manejar estas
situaciones sentará las bases de la forma cómo ellos resolverán sus
conflictos cuando sean adultos. Si han sido tratados con respeto, ellos
crecerán más equilibrados, sabrán defenderse y expresar sus opiniones.