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martes, 29 de octubre de 2013

ORIENTACIONES SOBRE EL USO DEL CHUPETE

 
El chupete no es un invento reciente. De hecho, existen rastros de su presencia que datan del 1.000 a.C, aunque el primer chupete moderno se patentó en los Estados Unidos en setiembre de 1900. Mucho más simple, tenía la misma forma de los que se conocen hoy: una tetina de goma, un aro alrededor y un asa para sostenerlo. 

El uso del chupete es y ha sido una práctica ampliamente extendida, pero también ha sido una cuestión muy debatida, sobre todo en los últimos años. Su uso ofrece ventajas y también algunos inconvenientes, pero estos inconvenientes pueden evitarse con un uso adecuado.
El uso del chupete se relaciona con una menor incidencia de muerte súbita del lactante y tiene un efecto tranquilizante que puede ser útil al bebé y a los padres en determinados momentos (es un recurso de gran ayuda en niños con cólicos y muy irritables). Su uso interfiere con la lactancia materna cuando ésta no está aún bien instaurada, favorece la aparición de mal oclusiones (deformidades de los dientes y del paladar) si su uso se prolonga, (y si se prolonga más allá de los 36 meses puede repercutir en el crecimiento craneofacial) y constituye un factor de riesgo para las otitis medias de repetición.
La existencia de este artilugio se justifica por la necesidad biológica e instintiva de succionar que poseen todos los bebés, llamada “succión no nutritiva” (SNN), que se manifiesta en la succión de sus dedos, pulgares, puños, biberones y chupetes. Se trata de un reflejo normal que ayuda a la supervivencia y que se inicia cuando el bebé está todavía en el vientre de su madre (de ahí que algunos aparezcan en las ecografías chupándose el pulgar).
Hoy en día, el uso del chupete se encuentra muy arraigado en las sociedades desarrolladas como la nuestra. Tal es su poder, que en inglés se utiliza la palabra pacifier para referirse al chupete, aunque hasta hace bien poco, parecía que este producto que tanto gusta a los bebés –y a sus padres– era culpable de que los pequeños no quisieran tomar pecho, o no el suficiente; de que cogieran una infección de oído detrás de otra, y de que sus bocas fueran carne de ortodoncista, por lo que evitar el chupete se convirtió en una especie de máxima pediátrica. Con el tiempo, sucesivos estudios científicos han ido matizando la mayoría de estas creencias.